miércoles, 4 de enero de 2017

Lunes, 23:00

Lunes,23:00

Eran las 23:00,
Lunes exactamente.
Ana siempre iba al puente de la calle David Ortiz a esa misma hora.
Todos los lunes, sin ninguna excepción.
Teo siempre la esperaba allí.
Con los brazos abiertos,
con una sonrisa en la cara.
Ana siempre se refugiaba en ellos.
Escondía su cara en su cuello,
apretaba sus manos en su espalda.
Teo siempre la decía que todo estaría bien,
Ana lloraba.
Porque sí,
Ana siempre lloraba.
Teo susurraba dulces palabras sobre su cabello,
a la vez que realizaba unas suaves caricias en su cintura.
Ana pensaba que Teo era el hombre de su vida.
Teo pensaba que Ana era la mujer de su vida.
Porque cada Lunes, a las 23:00, ellos se reencontraban.
Porque cada Lunes, a las 23:00, ellos juraban que su amor era eterno.
Porque cada Lunes, a las 23:00, Teo esperaba a Ana junto al puente.
Pero no todas las veces era así.
No todos los lunes Ana veía a Teo.
No todos los lunes Teo estaba allí.
Y Ana lloraba todavía más,
se rompía cada vez un poco más.
Teo solo deseaba que su amada estuviera bien.
Ana solo deseaba que su amado estuviera bien.
Ambos se amaban,
y su amor era el más fuerte que la tierra había presenciado.
Ana dejaría de tomar esas estúpidas pastillas,
y Teo estaría de vuelta en aquel puente,
como cada Lunes a las 23:00.
Porque Teo no debió suicidarse.
Porque Ana no debió haber llegado tarde ese Lunes.
Porque Teo no debió saltar a las 23:00.
Porque ese día no solo saltó el,
porque el corazón de Ana también lo hizo.

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